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Aunque las sociedades están compuestas de una gran
diversidad de grupos y de intereses, todavía podemos abstraer su estructura en
su clásica pirámide tripartita. De la historia observamos algunas persistencias
críticas que podemos formular así para entender el presente y reflexionar sobre
el futuro:
Postulado 1: Mientras las clases alta y baja tienden a ser
conservadoras, la clase media es más liberal o progresista.
Postulado 2: La clase media le teme más a la clase baja que
a la clase alta.
Corolario: La clase media es más propensa a renunciar en
cuotas a sus derechos y beneficios durante un largo período que a arriesgar a
perder sus privilegios remanentes en una revuelta abrupta.
Ad Hoc: La motivación de un hecho sociopolítico, intencional
o no, debe ser atribuible al grupo que se beneficia de él.
Postulado 1
Este principio ha sido aún más claro durante los últimos
siglos de la Era Moderna. Con abrumadora frecuencia, los esclavos, los
desposeídos de la tierra, los campesinos y obreros deshumanizados por su
pobreza, por su etnia o por su lenguaje, tardaron décadas y generaciones
(apenas interrumpidas por algunas revueltas) hasta que fueron mal o bien
conducidos por individuos de la clase media, generalmente gente culta o educada
(Gandhi, Guevara, Lumumba, Martin Luther King), a romper con un determinado
orden. En la era contemporánea, en la Era de las post revoluciones, sus
votantes se inclinaron, con más frecuencia, por los políticos conservadores que
por los progresistas o reformadores. Por otra parte, el recurrente
"cambio" propuesto por la clase dominante siempre significó status
quo o vuelta atrás.
Postulado 2
Entre otros periodos y regiones, este fenómeno se observó
durante las dictaduras latinoamericanas a lo largo de más de un siglo. Los
pequeños comerciantes, empleados y burócratas toleraron y hasta apoyaron de
forma activa o pasiva los regímenes militares hasta el extremo de justificar la
violencia estatal como respuesta necesaria a la rebelión o subversión de grupos
"radicales". Quienes no lo hicieron de forma voluntaria fueron
suprimidos por el aparato represor. En la Era contemporánea, este factor se
expresa en la forma de votar a grupos políticos que le ofrecen a la clase media
sacrificio a cambio de estabilidad, beneficios inmediatos para las clases altas
a cambio de una promesa de prosperidad general a (muy) largo plazo,
generalmente bautizada con los ideoléxicos "responsabilidad" y
"seguridad".
La clase media es más
propensa a renunciar en cuotas a sus derechos y beneficios durante un largo
período que a arriesgar a perder sus privilegios remanentes en una revuelta
Corolario
La traducción política de esta dinámica es similar a la
psicología de los seguros. Los conductores más responsables pagan por los menos
responsables; los no fumadores por los costos médicos de los fumadores; los
países austeros (pobres) pagan por los excesos del consumismo del primer mundo.
Si no existieran los segundos, los primeros pagarían mucho menos en cada
póliza, porque los costos de las aseguradoras serían menores.
Hay una diferencia. En el caso político, el miedo de quien
compra un antivirus es el negocio de quien lo produce, por lo cual, aplicando
el ad hoc mencionado arriba, podemos sospechar que policías y ladrones
mantienen una relación simbiótica de "antagónico necesario".
En otras palabras. La brecha económica y social que separa
el uno por ciento del restante 99 por ciento siempre tiende a crecer. Un motivo
es la dinámica política y económica: cuanto más capital un grupo tiene, más
posibilidades tiene de dominar las narrativas sociales a través de los
principales medios de prensa. Cuanto más dominio de la narrativa y poder de
donación o financiación de campañas políticas, más acceso tiene al congreso, al
gobierno y a otros poderes del Estado de su país. Cuanto más poder político en
el congreso y en el gobierno, más leyes que protejan sus propios intereses
pueden pasar.
Hoy en día, el 66 por ciento de los representantes en el
Congreso de Estados Unidos son millonarios. Es decir, una minoría con dinero
representa los intereses de una mayoría sin dinero. La excusa de que esa
minoría debe gobernar porque es exitosa reduce no solo el concepto de éxito a
la mera acumulación de dinero, sino que no deja posibilidades de igual poder
político a aquellos otros que no están interesados en ser millonarios, pero
tampoco en ceder derechos democráticos a una plutocracia.
Ad hoc analítico
En 2017 el gobierno de Estados Unidos acusó al gobierno
cubano por un extraño ruido que estaba causando problemas de salud en los
funcionarios de la embajada estadounidense en La Habana. Todavía no conocemos
las razones del fenómeno, pero la primera pregunta de análisis debe ser: ¿a
quién beneficia el incidente? Asumimos que el gobierno de Cuba está interesado
en avanzar con los acuerdos realizados con el gobierno estadounidense anterior,
para recuperar un poderoso mercado, bloqueado desde los años 60. El nuevo
presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha insistido en su intención de
revertir también este "logro" de su predecesor. La pregunta crítica
nos deja mirando hacia un solo lado.
En las democracias
actuales, una minoría con dinero representa los intereses de una mayoría sin
dinero. La excusa de que esa minoría debe gobernar porque es exitosa reduce no
solo el concepto de éxito a la mera acumulación de dinero, sino que no deja
posibilidades de igual poder político a aquellos otros que no están interesados
en ser millonarios
Lo mismo debe considerarse en cualquier acción de
"bandera falsa" y con respecto a grandes procesos. Cuando cada vez
menos familias (ahora son 60) poseen lo mismo que la mitad más pobre del mundo,
cuando en las sociedades observamos que las diferencias económicas van
aumentando desde hace décadas, debemos hacer la pregunta inicial: ¿A quién
beneficia el sistema económico mundial? ¿A quién benefician las leyes? ¿A quién
benefician las nuevas tecnologías? Una respuesta funcional (según la premisa
del Postulado 2 y el Corolario) salta automáticamente: "si el mundo fuese
de otra forma nos hundiríamos en la catástrofe". "De otra forma, el
99 por ciento no disfrutaría de los beneficios del progreso que disfruta
hoy". Etc.
Pero veamos que el progreso no se debe al uno por ciento
sino al 99 por ciento. En todo caso, "de otra forma" el uno por
ciento no disfrutaría de ser los dueños del mundo.
Por otra parte, la aparente estabilidad (olvidémonos de
quienes en este mundo feliz pasan hambre, de los que no tienen trabajo y de
quienes sí lo tienen y trabajan como esclavos para sobrevivir) es una
estabilidad inestable. Excepto las crisis económicas controlables (esas que
sirven para que quienes tienen grandes capitales lo multiplican comprando por
nada las propiedades y valores de quienes apenas trabajan para sobrevivir) la
lógica que sostiene la paradoja tarde o temprano se rompe en una crisis mayor
que no beneficia ni al uno ni al restante 99 por ciento.
Si en ciencias esto se llama, como lo definió T.S. Kuhn, un
"Cambio de paradigma", en términos de sociedad y civilización se
llama suicidio colectivo.
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