MAGALY IRADY Y
FERNANDO TRAVIESO — FEBRERO 20, 2017
Durante mucho tiempo, los planificadores urbanos han sabido
que las ciudades más densas registran menores emisiones per cápita de gases de
efecto invernadero (GEI) que las ciudades menos densas, aunque nuevos estudios
muestran que la indetenible extensión de sus suburbios elimina los beneficios
climáticos que ello supone, debido entre otras razones, al diario desplazamiento
de sus habitantes para dirigirse a sus trabajos en las zonas centrales.
En efecto, investigaciones recientes de varias universidades
de los Estados Unidos, han podido establecer que los suburbios representan el
50% de todas las emisiones de GEI resultantes de la energía, transporte,
alimentos, bienes y servicios consumidos por los hogares estadounidenses ─las
denominadas huellas de carbono doméstico─, aunque en tales áreas reside menos
de la mitad de la población de ese país. No obstante, un dato relevante a ser
tenido en cuenta es que la variable que produce mayor impacto en el nivel de
emisiones es el tipo de fuente del cual proviene la electricidad, mucho más
incluso que la densidad poblacional y que otros factores como el ingreso
familiar, los vehículos y el tamaño del hogar; todos grandes productores de
huellas de carbono cuyos niveles más altos se registran en los suburbios.
Un interesante ejemplo sobre cómo resolver el complejo tema,
es la opción que está intentando ejecutar Vancouver, la ciudad más grande de la
costa occidental de Canadá, con una historia urbana que aunque similar a la de
muchas otras vale la pena comentar: durante años, su área metropolitana
disfrutó de una extraordinaria geografía compuesta de valles, costas marinas y
deltas de ríos donde se alojaban pequeños pueblos que, a medida que el centro
urbano se expandió, fueron transformándose en suburbios de la gran urbe en
crecimiento, con cifras de población que sumadas la superan.
Los urbanistas de Vancouver descubrieron hace unos 20 años
que reducir el tamaño de los nuevos apartamentos y construir vecindarios más
densos cerca del transporte público no creó barrios sostenibles. De acuerdo con
los análisis que realizaron, el 43% de quienes residen en los nuevos suburbios
de Vancouver viaja diariamente hacia el núcleo central para trabajar, atraído
por empleos situados a una distancia de sus hogares de entre 25 y 40
kilómetros, lo cual permite suponer que de continuar el mismo tipo de dinámica,
la red de puentes y autopistas será insuficiente en 10 años, a pesar de su alto
nivel de desarrollo.
La solución a la que llegaron, no es construir ciudades más
altas y más compactas; el verdadero desafío que se plantean es transformar a
esos pueblos ─convertidos en suburbios─ en mini-centros urbanos que no solo
proporcionen viviendas más económicas sino que también atraigan servicios,
empresas e industrias capaces de proveer empleos y opciones culturales para que
el trabajo y la recreación se realice cerca de las residencias. Con ello,
además de disminuir el número de viajes al centro de la gran ciudad se mejora
la calidad de los servicios en razón de las economías de escala. Pero sobre
todo, los mueve la noción de que la reconversión de las ciudades tiene que
estar acompañada de tecnologías energéticamente eficientes que contribuyan con
la sustentabilidad tanto local como global.
Con la puesta en práctica de tales planteamientos, la
hermosa ciudad de Vancouver trata de encontrar maneras de transformar sus
suburbios en centros urbanos integrales y sostenibles. Acercar las zonas
residenciales y los empleos significará no solo una menor huella de carbono,
sino también más espacios verdes para nuevos parques, y la posibilidad de
incrementar la agricultura urbana y la producción de alimentos en proximidad
con la ciudad; objetivos todos presentes en los planteamientos dirigidos a
convertir a Vancouver en la ciudad más ecológica del mundo para el 2020. Un
verdadero ejemplo de cómo la reconversión urbana puede servir para enfrentar la
amenaza del cambio climático.
Extraido de http://venezuelasostenible.com/
Comentarios
Publicar un comentario